9 de agosto de 2012

La identidad que falta construir



Hace unos días, leí un comentario anónimo en una publicación de un blog local, que me dejó sorprendido, y temo que no en el sentido afable. Y no es una respuesta que se pueda considerar fortuita, ya que al leer  otras interpretaciones similares, intuyo que personifica -al menos- el sentir de un porcentaje significativo de la población arequipeña.

Parafraseo lo que el personaje escribió: “(…) de un momento a otro, mi ciudad que era limpia y hermosa, se empezó a llenar de toda esta inmigración de otros lados y para ser sincero, exactamente de Puno y nos está afectando socialmente”. Y prosigue: “Al contrario, cada vez es más común verlos tomando en las calles, botando basura en la calle, haciendo sus mercados (sic), donde antes habían nuestros campos, bailando sus danzas, en nuestro aniversario de Arequipa, que siempre estuvo lleno de marineras y danzas típicas de otras provincias de AREQUIPA!!. No tengo nada en contra de ellas, pero el aniversario de Arequipa es de Arequipa, no de Puno!!!!” (…)”.

Peor aún, con una muestra de resentimiento, terminó agregando: “En tal caso, si Puno nos va a imponer sus costumbres, mejor que el día de Arequipa sea el 2 de febrero” (haciendo una clara referencia a la festividad de la Candelaria, fiesta tan popular en suelo puneño y reconocida internacionalmente). Exageración innecesaria.

Discúlpenme, porque a pesar de que respeto tal opinión, es menester aclarar mi profundo distanciamiento con este tipo de pensamiento; pues estimados lectores, lo que evidencia esta típica expresión chovinista – arequipeña, no es precisamente la exaltación del orgullo por la ciudad, ni tampoco es una alegoría al pundonor y rebeldía histórica que caracteriza a los habitantes de este territorio, mucho menos robustece la enérgica identidad characata, sino que entre líneas, lo que logra es arder aún más la ya dolorosa llaga que aqueja a nuestra sociedad desde hace décadas: La exclusión entre peruanos, y, si me permiten ser más específicos, la destrucción de una identidad que, supuestamente, como peruanos debemos construir.

Y es que tanto la exclusión como el racismo, afloran, entre otros factores, gracias a la altanería. O a la soberbia. Porque como bien señala el escritor cuzqueño Rómulo Acurio en su más reciente publicación literaria, la superación del racismo solo requiere que exijamos de una vez por todas nuestra condición de ciudadanos con iguales derechos, y que como unidad social, debemos fomentar la integración y la libertad tanto política, como de culto, de expresión y elección; siendo lo cultural, y en este caso, la enajenación parcial de un pasacalle, sea algo secundario. En pocas palabras: No nos enfrasquemos en una ideología obtusa, seamos más tolerantes.

Al comentarista anónimo, y a quienes comparten ese pensamiento, les puedo asegurar lo siguiente: Su identificación con Arequipa no se va a ver reducida ni mermada porque según ellos las danzas de Puno, Cuzco o Moquegua se han “apoderado” del tradicional pasacalle que se realiza anualmente en nuestras calles. A contrario sensu, su identidad se verá reducida si estorbamos la convivencia entre los que habitamos en esta ciudad, seamos mestizos, campesinos, gringos, cholos, serranos, blanquitos, etc., y se verá más afectada si no ofrecemos un puente para la inclusión de grupos sociales enteros, a quienes excluimos –reconozcámoslo- por su origen, por su apellido, su lugar de residencia o su forma de vestir.

No pensemos, entonces, que la presunta decadencia de la cultura y la identidad arequipeña sea culpa de la migración. Si creemos que nuestra ciudad ha perdido la valiosa tradición de antaño, ha sido porque, en primer lugar hasta ahora no hemos reconocido nuestra propia realidad racista, y segundo, porque estamos fracasando en el intento de brindar el desarrollo social de una ciudad agobiada por el desesperante tráfico, la terrible contaminación, el crecimiento desordenado, la escasa planificación de proyectos, los altos índices de inseguridad… y tantos problemas que, estoy convencido, no son culpa de los puneños residentes en esta región.

Finalmente, y a pocos días de celebrar el 472º Aniversario de la ciudad, hago hincapié de la visión que espero de nuestra acogedora tierra: Una ciudad que busque la homogeneidad y la coincidencia de diversas costumbres, que nos permita construir los puentes necesarios para establecer un bloque sólido que nos posibilite afrontar de mejor manera los retos de desarrollo, crecimiento sostenido e inclusión, situación en la que lamentablemente, estamos lejos de conseguir.

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